Volaba en derredor del aire,
caminaba por encima del edredón
como en
Las dunas erigían un casco,
un molde, un lado vertiginoso
limítrofe a la vera de un comienzo.
Aquel, traía como semblante
un ornamento iracundo,
y frágil al mismo tiempo
como lugares compartidos.
Era un bivalvo de plata
con antenas de oro y cara blanca,
un deslizador con cadencia
con siete patitas, seis al amanecer;
fue el navegador de esta noche,
el consumidor de estrellas
del gran diminuto bosque.
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