Broche

He estado moribundo,
agonizando visiones
que he de vislumbrar algún día,
quizás concibiendo el acto fatal.
Todo parece una llamada
que no se escuchó
a la cruda luz del alba:
Ella lloraba por las noches
se despertaba con lágrimas sin broches
quizás premoniciones alegóricas,
seguramente infernales, tenebrosas–-
sueños impactados en la paredón–-,
del cruel y macabro pasaje,
de la imaginación a la subrealidad.

En un momento

Pareció que en el momento
con estupor me ensimismé,
y ya aturdido por varios ojos
y el silencio que desemboca
el viento en un momento del azar
--entre los versos
que funcionaron como saetas sin objeción.
Y dormité en un sueño
ya recogido,
ya disipado,
ya adormilado
envuelto en la disolución.

Pécora detestable

Estoy en un lugar lúgubre, vacío y espantoso.
El ruido en mis oídos explota todo sonido,
yo en un momento la toqué, la besé y la abracé.
¡Pude llegar a haberla querido como al cielo!
Pécora detestable del Hades, mujer desastrosa…

Permanezco en el lugar lúgubre, vacío y espantoso,
mi ira sube por mi cabeza, quiere salir por mis ojos,
anuda mis intestinos, y con placer los revienta.
¡Maldita seas extraña! Ella besa al monstruo… para nada.

Una vez quise enaltecerte, endiosarte y amarte,
elevarte a las cumbres más altas de los divinos cielos,
y ahora, un puñal me desgarra la piel en el pecho,
hórrido de dolor, amargo sabor del ya muerto amor.

Clown

Con sus vetustas cuerdas
haciendo puentes como vasos
saboreadas de armonía:
inquebrantable sedición de vidas;
amando con regio rigor
al encanto del ínclito sabor.

Los juegos aparecen
con mucho de los placeres,
conmutando en sendas los deberes,
mimetizando al contorno de la voz.

Riendo con la elocuencia de una vertiente,
un primigenio payaso troca
a hacer estricta pantomima;
sonriendo con concesión
de desafiar con premura al color,
sucesivamente infringiendo el dolor.

¿Por qué dilaceras con sucias inquinas?
Ya no basta con la aversión psicópata
de quien mata en abducciones,
de quien enajena las emociones.

En tu truculenta mente moran insectos,
abyectos por voracidad y maldad,
con siluetas vivas y risas absueltas
a aquel vago sudor del sádico vigor.

Te encuentro varada dentro de mi alma
ahogada en mi ojeriza, aunada en lo oneroso,
y moribunda en un sino… por tus pericias.

Entre la bruma
hay una luna,
reluciente,
recostada en las dunas
de nubes sonrientes,
al otro lado
de soles adormecidos,
acústicos sonidos
y guitarras escarpadas.

El loco (verdadero)

Tenía cara de loco,
con ojos saltones y pelo despeinado,
como un loco,
con la boca salida
hablaba con un dios.

¡Él es un loco!
Besando las paredes,
el aire frío al descubierto del sol.

El mundo real del loco,
es ajeno al tiempo;
fue inspirador verlo correr
en la lluvia que él imaginó.

Él es el ombligo del universo,
él es todo un equilibrio
entre la cordura y la locura,
es la desesperación sin estar desesperado,
la calma bajando con el sereno
y el hambre brotando de la piel.

Él es el epicentro de este poema,
la vanguardia del sitio en cual estoy.
Él es un espejo de páginas amarillas
llenas de amargura, agonía, dolor y placer.

¡El loco se come mi arena
y me arrebata la tierra del suelo!
¡Maldito seas loco!
¡Usurpador de arenas!

Aún así te observo loco,
me inquietas, me zozobras,
me apaciguas, me aplacas.